El Morro: sociedad, habitantes y cultura

El Morro: sociedad, habitantes y cultura

Una comunidad barrial no se define únicamente por las actividades económicas a las que se encuentran ligados sus habitantes o bien que conforman su paisaje cotidiano. Tampoco por las transformaciones que experimenta el espacio habitado en el transcurso del tiempo, incluyendo el cambio en el uso del suelo. La experiencia sociohistórica de habitar el espacio encontrado se construye a partir de un conjunto de factores interrelacionados, entre ellos aquellos de índole cultural devenidos del fenómeno de la sociabilidad. El Morro se ha caracterizado en términos sociales y culturales por dos rasgos que definieron su identidad en el pasado y se transformaron en elementos identitarios de interés en el presente. Un rasgo es su composición de clase en la época del salitre y el otro son sus tradiciones y costumbres, que en aquel periodo eran propias de las clases populares y de la comunidad urbana del puerto del salitre. Hoy son memoria viva de aquella época de nuestra historia regional.

La composición de clase de la antigua sociedad urbana del periodo de expansión del  salitre reflejó la intensa transformación de la sociedad regional. Las antiguas castas, sujetos y actores del periodo colonial dieron paso a una sociedad definida por el capital, el trabajo y el mercado. Los antiguos mineros argentíferos y hacendados peruanos se transformaron en burgueses, empresarios asociados a las capitalistas que llegaron de Europa y Chile a probar suerte en el sur del Perú, territorios ricos en recursos naturales pero pobres en recursos humanos, capitales e inversión pública. Este fue especialmente el caso de Tarapacá, durante varias décadas vinculado a Arequipa y posteriormente a Moquegua. Esta elite regional convivió con un creciente sujeto popular de diversa composición y formas de vida.  La clase trabajadora en desarrollo, chilena, peruana, boliviana y también de matriz indígena y afrodescendiente. También chinos y europeos pobres que instalaron toda clase de pequeños negocios en el Iquique de antaño, a partir de los cuales labraron fortuna. 

Esta compleja sociedad se distribuyó por el espacio urbano según una serie de tendencias y patrones que configuraron socialmente el Iquique de antaño. La principal tendencia fue la segregación social que comenzó en la década de 1870 y se profundizó durante la administración chilena. El nivel de segregación social de una ciudad puede medirse en base a una serie de criterios. ¿Qué tan homogéneos son, socialmente hablando, los diversos sectores de la ciudad? ¿Hay  interacción cotidiana entre individuos de diversas clases sociales o que residen en zonas distintas de la ciudad? La respuesta a esta y otras preguntas metodológicas nos permiten definir el nivel de segregación social en un espacio urbano en un periodo histórico determinado. Iquique efectivamente experimento un agudo proceso de segregación social el cual fue reforzando y extendiendo un perímetro a un epicentro que fue la Plaza Prat. Actividades como la prostitución, la tenencia de animales de crianza, las industrias contaminantes, las viviendas de material ligero y otros  elementos fueron alejados de este epicentro y concentrado en periferias al norte, este y sur de la ciudad. No fue obra de la casualidad sino que fue el resultado del programa político urbano de la administración pública de la época, fuertemente permeada por los intereses oligárquicos de y premunida de una peculiar visión de mundo, racista, elitista y segregadora. Las clases populares  eran portadoras de  barbarie, vicio y enfermedad. Los pobres debían ser civilizados y disciplinados en tanto mano de obra pero con la debida distancia física y social. La concentración de servicios públicos como luminarias eléctricas, alcantarillado, veredas en condiciones, vigilancia policial, aseo etc.; fue también un factor que profundizo la desigualdad social en tiempos de la denominada cuestión social.

Este proceso de segregación se hizo evidentemente en barrios como La Puntilla y El Colorado, homogéneos en su componente obrero y popular. También fue el caso del vasto sector constituido por el sur-este de la ciudad, subdelegación de la Escuela Santa María   donde la vivienda popular convivió con actividades agropecuarias concentradas en las desaparecidas quintas. Los censos históricos del periodo salitrero nos revelan con nitidez este proceso de expansión demográfica y segregación social, en especial si ponemos atención a las subdelegaciones en que se dividía el Iquique de la época.

La isla Serrano vista desde el Morro

Población de la provincia y la ciudad de Iquique por subdelegaciones
(Censos 1885-1930)

Año 1º del Ferrocarril

Aduana

de la Escuela Santa María

de Cavancha

Total

Ciudad

Provincia

De

Tarapacá

1885 5.348 2.765 6.833 1.042 15.988 45.086
1895 10.158 2.290 14.258 6.325 31.031 89.751
1907 12.118 1.022 20.422 6.589 40.151 110.036
1920 9.750 1.370 20.175 6.126 37.421 100.553

Distrito censal “El Morro”

Año Habitantes
1895 2.631
1907 2.810
1920 3.294

La población del Morro quedó comprendida en la subdelegación que Cavancha, que incluía calle Baquedano, parte de Patricio Lynch, la Plaza Prat y el pequeño asentamiento de Península Cavancha, en ese entonces separado de la ciudad propiamente tal. Tal como puede apreciarse, la población de esta subdelegación experimentó un crecimiento importante durante la década de 1880 y 1890, para luego estancarse a inicios del siglo XX y disminuir tras el fin del ciclo de expansión del salitre.  “El Morro”, entre 1895 y 1920, constituyó un distrito censal en particular lo que nos permite cuantificar con cierta exactitud su evolución demográfica en una fracción del periodo salitrero.  El contraste entre la evolución demográfica del conjunto provincial revela algunos datos de interés.  

Las cifras generales de la ciudad y la provincia de Tarapacá evidencian el incipiente proceso de despoblamiento producto del predominio del salitre sintético alemán. Durante este periodo, Iquique perdió definitivamente su importancia económica en relación a Antofagasta, cuya pampa salitrera conoció otro ciclo de esplendor asociado a la industria Guggenheim sin relación con Tarapacá. El decrecimiento demográfico de Tarapacá se tornará aún más dramático con la gran crisis mundial de 1930 que terminará definitivamente con la gran mayoría de las oficinas salitreras tarapaqueñas.  La población de Tarapacá y de la ciudad de Iquique no volverá a las cifras de 1907 hasta la década de 1980, aun considerando la transitoria incorporación de Arica a Tarapacá. Sin embargo quedaron núcleos populares constituidos en nuestra ciudad que persistieron la crisis salitrera sirviendo, hoy, de puentes histórico viviente con etapas formativas de nuestra ciudad.

El Morro hacia 1883

Plano del ingeniero Melitón Mieres de la Dirección de Obras Públicas adjunto a la Memoria presentada al Supremo gobierno sobre la administración de Tarapacá de Francisco Valdés Vergara.

Oficina Ángela
Luis Boudat, Álbum Salitreras de Tarapacá

Bodegas Guildemeister
Álbum Guildemeister, Ca. 1900, sin datos editoriales. https://libros.uchile.cl/189

Esta burguesía de diversa composición, europea, peruana y chilena, compartió el barrio Morro con un importante componente obrero, asociado a los conventillos y también con el fenómeno de la pauperización, es decir aquellos elementos asociados a la clase obrera que por el abandono y la extrema miseria se tornaron sujetos de caridad. 

La habitación popular fue un tema debate en el periodo conocido como la “cuestión social” en el cual la miseria y los conflictos derivados de ella suscitaron una intensa polémica pública. Ranchos y conventillos aglomeraban a las clases trabajadoras en pésimas condiciones de higiene, fomentando enfermedades y conformando la base material para la propagación del pensamiento “de redención social” que antecedió a las modernas izquierdas.  Los conventillos fueron el sistema más recurrente en Iquique. Extensas construcciones de material ligero con un patio común de propiedad de la elite económica de la provincia. Se arrendaban por alto precio habitaciones mal ventiladas, estrechas, oscuras y con un precario o nulo acceso a agua corriente y alcantarillado. Los propietarios conventilleros, incluyendo importantes salitreros y comerciantes, conformaron un poderoso grupo de interés en el pasado, resistiendo con diversos mecanismos los tímidos intentos de reforma de autoridades municipales muchas veces vinculadas por sociedad o parentesco a esta misma elite.  El negocio del conventillo era el nodo de un importante mecanismo de sobrexplotación y recuperación del gasto en salario especialmente cuando muchas veces los habitantes de los conventillos eran trabajadores asalariados en los otros rubros que ejercían los propietarios de estos.

 Un interesante documento de la policía del año 1884 indica con exactitud los conventillos existentes en Iquique, entre los cuales figuran con certeza dos ubicados en El Morro. Se trata del famoso conventillo “del Barril”, ubicado en Calle Pedro Lagos propiedad de un minero y comerciante de origen español, Manuel Barril, destacado personaje público llegado en tiempos del Perú a la ciudad. En aquella fecha contaba con 33 habitaciones y 100 habitantes. Otro de Desiderio Cigarra, con 8 habitaciones y 12 habitantes. Existen otros conventillos en calles que tienen o tuvieron su nacimiento o prolongación en el Morro. Sin embargo dado los cambios en la numeración no podemos afirmar con certeza correspondieran al Morro. Cinco en Wilson, 1 en Gorostiaga y 4 en Thomson.  Sin embargo, por si solos los 100 habitantes del conventillo de Barril ya configuran un importante núcleo popular en el corazón del barrio a fines del siglo XIX. La cantidad formal de 100 debe multiplicarse considerando redes familiares y sociales que se tejen en torno al espacio. También es posible que Barril haya reducido el número de sus inquilinos para evitar mayores cuestionamientos. El Conventillo el Barril sobrevivió hasta muy avanzado el siglo XX como testigo de una etapa clave en la conformación social y urbana del Iquique moderno.

En el año 1905, la alta sociedad de Iquique comenzó la recolección de fondos para constituir un asilo de infancia en la ciudad. El abandono infantil era una práctica común en el periodo salitrero considerando factores como la movilidad de la población, en especial de la masculina, la fragilidad de la vida frente a accidentes y enfermedades y una serie de factores asociados. Esta institución, el Asilo de la Infancia de Iquique comenzó a funcionar en 1906 también en el barrio El Morro como puede verse en el plano de la ciudad de 1927. Al igual que las otras instituciones de caridad de la época estas eran fundaciones privadas sostenidas con cierto apoyo monetario del fisco y la Municipalidad y sobretodo con erogaciones de particulares, en especial los ricos de la provincia.

¿Quiénes constituyeron la antigua sociedad morrina? Fue una porción de Iquique que albergó un grupo humano de amplia diversidad socioeconómica, en contraste  con otros sectores como La Puntilla, El Colorado y el perímetro sur-este de la subdelegación de la Escuela Santa María. Un clásico testimonio de los últimos años de esplendor del salitre tarapaqueño describe así la alta sociedad morrina, identificando a importantes empresarios residentes o sujetos vinculados por redes familiares a diversos capitales. Estarían:

“Las casas de la sucesión Pascal. (…) la familia López Loayza. De don Pablo Mitrovich, la cual,  diremos de paso, que es una mansión sobresaliente; pues tiene mucha semejanza con las quintas antiguas de Viña del Mar y de San Bernardo.; la magnífica casa de don Arturo Hidalgo, rico propietario de las oficina ‘Sebastopol’, la cual tiene parecido con muchas construcciones modernas de Santiago;  (…) la casa del gerente del Banco Español de Chile, honorable caballero señor Luis Felipe  Videla (…)”

Pablo Mitrovich y su hermano Luis, Pavao y Luja en su idioma de origen, constituyeron una importante sociedad salitrera que adquirió las propiedades de los salitreros alemanes Fölsch y Martin, bodegas y oficinas en el mismo sector del Morro. Junto con otros familiares fueron dueños de oficinas Slavonia, Dalmacia y Vis. Fueron importantes representantes de la colonia croata, en ese entonces “austro-húngara” en nuestra región. Respecto de López Loayza, constituyeron una antigua familia de ascendencia peruana y chilena, identificados con la primera como identidad nacional. Son recordados por Fernando López Loayza, administrador de diversas empresas en Tarapacá y el sur del Perú y también periodista e investigador por afición.  Las hermanas López Loayza fueron damas de la alta sociedad del salitre, casadas con los propietarios británicos de la Compañía Salitrera y de Ferrocarril de Agua Santa. Esta familia desapareció de Tarapacá tanto por la decadencia de la industria salitrera como por el clima antiperuano desatado por las Ligas Patrióticas en la década de 1910. Pedro Gastón Pascal, por otra parte, tuvo presencia en la industria salitrera en sociedad con Loayza hacia fines del siglo XIX. Figuran como propietarios de oficina Ángela. La familia Pascal es una extendida red familiar de la elite chilena con diversos personajes de interés. La desaparición de la firma de Folsch y Martín no significó el fin de la presencia de la burguesía germana en el Morro. Además de la fundición de Federico Sparenberg y las bodegas e industrias de la firmas Guildemeister, la Bomba Germania siguió ocupando parte del ex edificio del mercado hasta avanzado el siglo XX. La época del salitre fue un periodo en que los cuerpos de bomberos tenían una composición y orientación estrictamente elitaria, siendo financiados por personajes de la alta sociedad de la época quienes necesitaban resguardar fundamentalmente su propiedad privada del fuego. Estos mismos empresarios alemanes tuvieron, cerca de su compañía de bomberos, su Club Social Alemán ubicado en el Morro, Aníbal Pinto esquina Thompson, donde actualmente se ubica la Prefectura de Carabineros. Entre la crisis de 1930 y la Segunda Guerra Mundial, Iquique fue abandonado por casi todos sus residentes alemanes dejando el club de existir.

Oficina Sebastopol de Arturo Hidalgo
Álbum Salitreras de Tarapacá

“Kermese” organizada por la alta sociedad para reunir fondos para fundar Asilo de la Infancia, 1905, revista Sucesos

Asilo de la Infancia en el Morro según plano de 1927 de German Brown. Se aprecian otros edificios de interés, teniendo como referencia la Sociedad Veteranos del 79 en el centro: escuelas de hombres y mujeres, el Liceo de Niñas y la Delegación Fiscal de Salitreras, importante institución estatal regularizaba la distribución y explotación  de los terrenos salitreros

Durante la época era común el abandono de ancianos, existiendo a lo largo de Chile una serie de hogares y asilos sostenidos por la caridad privada y  la iglesia católica con escaso aporte estatal. En el caso iquiqueño, era común la disgregación familiar en el contexto de los periodos de contracción del mercado salitrero, que arrojaba miles de obreros a la cesantía y al desplazamiento en busca de nuevas fuentes laborales o a la espera de que se reactivara la industria. En este contexto muchos adultos mayores quedaban abandonados con escaso sustento. Las mujeres de edad extrema pobreza contaron con un asilo de ancianas y taller financiado por la familia salitrera Urricotechea en El Morro en la década de 1920, específicamente en la cuadra ubicada en Pedro Lagos entre Freddy Taberna y Grumete Bolados, edificio que actualmente alberga a la comisaría de carabineros. Otro edificio asociado al abandono y la pobreza es la Sociedad Veteranos del 79. Una de las grandes  y silenciadas tragedias de la historia de Chile es el abandono material en el que quedaron las masas desmovilizadas de soldados tras el fin de la Guerra del Pacífico.  Escasa recompensa recibieron aquellos campesinos y obreros que entregaron las grandes riquezas del salitre a la oligarquía de la época. Muchos de ellos quedaron con diversos grados de invalidez o dejaron familias desamparadas y ante la poca atención del Estado debieron constituir, como el conjunto de los sectores populares, sus propias asociaciones mutuales y de socorros mutuos para apoyarse entre sí y representarse frente a las autoridades. Su edificio en la punta de diamante que separaba a las desaparecidas calles Zegers viejo y Bellavista fue inaugurado un 21 de mayo de 1905. La sociedad se fundó un 2 de septiembre de 1900. En la actualidad es sede del Teatro Expresión.

En el siglo XIX, la moral dominante consideraba el baño en las playas de la ciudad como una actividad indecorosa. Este debía realizarse, idealmente, en recintos cerrados, fiscalizados y reglamentados. Los sectores populares de la ciudad en más de una oportunidad fueron denunciados por las autoridades por bañarse desnudos como signo de barbarie e impudicia en pugna la decencia y las buenas costumbres.  El vocablo nortino “calato” hunde sus orígenes en este lejano pasado. En 1876, el Prefecto peruano Amaro Tizón:

“Ha llegado a mi noticia- que en los sitios más públicos a donde afluye, con el objeto de tomar baños, un considerable número de personas, se presentan algunos hombres del bajo pueblo completamente desnudos y no pocas mujeres casi en el mismo estado. Como no se ocultará a Ud. la gravísima falta en que incurren los que así proceden, creo necesario prevenir a Ud. que en la esfera de sus atribuciones, haga perseguir, aprehender y castigar a los que se manifiesten del modo más escandaloso en abierta pugna con las buenas costumbres y con las leyes ineludibles de la moral social” . 

Los “baños de mar” en las playas, sin resguardo visual de los paños menores, fueron considerados una costumbre indecorosa del bajo pueblo. En noviembre de 1892, la Municipalidad intervino los baños con un estricto reglamente: se prohibía tajantemente la desnudez, el consumo de alcohol y el ingreso de “personas en estado de ebriedad, demencia o locura”.  En diciembre de 1880 se acusaba al propietario de los Baños Bellavista o “del Morro” de permitir la desnudez o “imitar a Eva” al interior de su establecimiento. Este último, indignado, señaló: “mi establecimiento, recomendado públicamente por su calidad i rejimén introducido en él, nunca ha sido, ni podrá considerarse un lugar de corrupción”. A lo largo del periodo los recintos de baños se dividieron en costos y estratificación socio-económica. En una época de jerarquías y fronteras sociales infranqueables como fue el periodo salitrero, las elites no iban a exponerse en paños menores-los antiguos trajes de baño- ante los sectores populares de la ciudad. Así fue que por precios, calidad de servicio y establecimiento las elites de la ciudad optaron por recintos como Baños La Serena u establecimientos de lujo con baños, como el desaparecido Hotel Restaurant Chalet Suizo. El pueblo de la ciudad acudía a Baños Bellavista otorgando a la playa morrina un carácter eminentemente popular que trascendió en el tiempo. La desaparición del sistema de baños avanzado el siglo XX tuvo directa relación con las transformaciones culturales que trajo el paso del tiempo y la reforma urbana del borde costero.

El desarrollo de una sociedad urbana no solamente radica en factores de índole material como es la planificación de las calles o el desarrollo económico-industrial. La construcción de intersubjetividades sobre la base material que es la vida en ciudad está estrechamente asociada a la expansión y socialización de prácticas y elementos culturales compartidos. Los ritos sociales que otorgan sentido a la vida de los sujetos en colectividad tuvieron una amplia diversidad en el pasado, parte importante de la cual ha sobrevivido hasta hoy con matices en algunos aspectos. Es el caso del carnaval que se celebra en los barrios populares de Iquique, entre ellos y especialmente en el Morro. 

Baños y bañistas en Iquique, 1905

El carnaval  iquiqueño en la revista Sucesos

El carnaval es un periodo de celebración en la cual la sociabilidad popular se exacerba en diversos ámbitos: los bailes de diversa clase, los disfraces, los juegos, la comida y la bebida. Estas manifestaciones toman control simbólico del espacio público generando diversas reacciones en la sociedad. Esta costumbre nació en la Edad Media europea y fue traída con los conquistadores españoles formando parte de la cultura popular colonial y posteriormente republicana, sincretismo cultural mediante. En el Sur andino y otras regiones de Latinoamérica se celebra en el mes de febrero, antes del comienzo del periodo pascual. En el pasado no existía el carnaval como evento especifico de cada barrio popular como es en el Iquique contemporáneo. Dada las dimensiones de la ciudad de la época, el carnaval era uno solo y se tomaba la ciudad en su conjunto durante el mes de febrero. La organización y reivindicación de esta tradición popular por parte de los vecinos morrinos ha mantenido con vida este patrimonio inmaterial que data de largos siglos atrás.

Hay registros del carnaval de febrero en diversos lugares de Chile y del Perú. En las ciudades portuarias, las placillas mineras y los pueblos y oficinas de la pampa salitrera.  Las elites y los sectores populares del pasado se relacionaban con esta fiesta de forma muy diversa. Un sector liberal y joven de la alta sociedad del pasado podía mezclarse transitoriamente con el bajo pueblo, quebrando por un corto periodo de tiempo las fronteras sociales. La documentación de la administración peruana así lo sugiere cuando vemos solicitudes de cofradías de vecinos de Iquique, es decir propietarios de inmuebles, solicitando permisos para organizar orquestas al aire libre o bien expresan un liberalismo radicalizado al burlarse con disfraces de la autoridad clerical:

“Habiendo visto con profundo sentimiento que en los días del carnaval del año pasado, hicieron uso algunos individuos de disfraces alusivos a la autoridad eclesiástica y a otras personas sagradas, excitando de este modo  la burla y el escarnio público, con grave desmoralización del pueblo. Cumplo mi deber como párroco hacer presente a Ud. este abuso para que de conformidad con las leyes y decretos nacionales que protejen la relijión del Estado, se digne disponer, que en los próximos días del carnaval de este año, adopten los señores subprefecto y comisario de policía, a fin de que se evite la repetición de ese desorden inmoral y apliquen las penas respectivas a los infractores de dichas leyes”.

En la convulsa historia política del Perú, definida por las guerras civiles y los golpes de estado, la presencia de sujetos enmascarados fue también una permanente fuente de inquietud. Los sectores conservadores de las elites y las autoridades, no pudiendo suprimir el carnaval, intentaban celebrarlo distanciándose del pueblo en el interior de los restaurantes de lujos o clubes sociales exclusivos. Una nota aparecida en la revista Sucesos es ilustrativo de estas diferencias de clase y concepción del carnaval.

 Juego de la Challa en Carnaval, Iquique, década de 1940

Parte policial con incidentes y heridos producto de juegos carnaval, febrero de 1910

Lejos de desaparecer,  el carnaval siguió celebrándose tras la decadencia de la industria salitrera y sus catastróficas consecuencias en la provincia. En los barrios populares de Iquique, golpeados por la pobreza y la cesantía, el carnaval significó un momento de alegría y evasión de la dura realidad, celebrándose con intensidad en las décadas posteriores a 1930.

La base  material de la sociabilidad y la vida en un emblemático barrio histórico de Iquique, El Morro, ha desaparecido largo tiempo atrás. No existen las industrias que configuraron su paisaje urbano ni los antiguos conventillos que concentraron al sujeto popular. Sin duda sus habitantes también han cambiado. Los obreros del viejo Iquique industrial y los empresarios del salitre fueron reemplazados por nuevos habitantes como, por ejemplo, aquellos de la remodelación El Morro. Las industrias e instalaciones militares dieron paso a zonas residenciales, reflejando los grandes cambios de época. Nuevas memorias se han superpuesto a las antiguas. Las crónicas y documentos de la época del salitre que referían a la desaparecida sociedad morrina son objeto de investigación para la ciencia de la reconstrucción crítica del pasado. Subyacen a otra memoria, viva, de tiempos recientes que tienen sus propios héroes cuyo recuerdo cohesiona al barrio actualmente existente como es el caso de los ejecutados políticos Freddy Taberna y Humberto Lizardi. Sin embargo también hay nexos, sobretodo culturales, con el pasado lejano. Es el caso del carnaval, la vida cotidiana junto al mar, la asociación deportiva y otros que conectan este Morro actual con los tiempos históricos que le han precedido. 

Vista de El Morro, plano de E.W. Muecke hacia 1907

Bando emitido por la administración peruana para reglamentar el carnaval:

 “José Vicentelo

Subprefecto de la provincia de Tarapacá

Que estando procsimos los días del Carnaval, es indispensable establecer medidas que pongan a cubierto la seguridad personal, la propiedad  i el orden público a la vez que se permite  la libre diversión consiguiente.

Artículo 1°. Se permite toda diversión mientras se guarden los fueros de la decencia y de la moral. 

Artículo 2°. A las doce de la noche se cerraran los establecimientos públicos, como hoteles, cafes, pulperías y en especial aquellos  en que se espende licor i que vulgarmente se denominan chincheles etc. Quienes falten a esta disposición serán penados conforme el reglamento de policía, sin perjuicio de ser sometidos al juzgado competente.

Artículo 3°. Se prohíben las carreras por las calles. Los que quebranten esta disposición serán conducidos al cuartel de policía donde permanecerán arrestados.

Artículo 4°. Para usar el disfraz será necesaria la  correspondiente licencia de la Municipalidad, no debiendo concederse a las personas incógnitas, i que por consiguiente no ofrezcan garantía en el país. Dichas concesiones serán revisadas en esta policía. Los que fuesen sorprendidos con máscaras sin la referida licencia serán detenidos en el Cuartel de Celadores i detenidos como sospechosos. 

Artículo 5°. Solo los días lunes y martes son permitidas las diversiones públicas, debiendo todos los días subsiguientes entregarse al trabajo respectivo.

Y para que llegue a noticia de todos, comuníquese por bando y fíjese en los lugares de costumbre.

Iquique, febrero 10 de 1872.”

Oficina Papozo de Fölsch y Martin

“Al son de los diablos”: Disfraces, música y fiestas callejeras en el Perú de comienzos del siglo XIX en pinturas de Francisco Fierro.

Archivos, fondos y documentos consultados

Archivo Nacional, Fondo Intendencia de Tarapacá

Archivo Regional de Tarapacá, Fondo Intendencia de Tarapacá

Archivo del Museo Regional de Iquique, Fondo Ilustre Municipalidad de Iquique

Archivo Histórico del Museo Regional de Iquique Colección de Fotografía Patrimonial 

Álbum Guildemeister, Ca. 1900, sin datos editoriales. https://libros.uchile.cl/189

Prensa y revistas

La Voz Chilena

El 21 de Mayo

Sucesos

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