HERMANOS GUTIÉRREZ: EL RECUERDO DE LOS JUEGOS, LA POBREZA Y LA PRIMERA EXPROPIACIÓN DE CASAS EN EL MORRO
Entrevista a Juana Gutiérrez y Mario Gutiérrez.
Para los hermanos Juana y Mario Gutiérrez Vergara, los recuerdos más profundos de su niñez, están en el corazón del barrio El Morro. Los veranos de piquero y marisqueo en Bellavista, el cambio de carbón por mermelada en los almacenes y la partida de muchas familias y amigos, producto de las primeras expropiaciones en el barrio, son parte de sus remembranzas, a la hora de hablar sobre el pasado de este histórico sector de la ciudad.
Como para todo niño morrino, no había tiempo para aburrirse, ni mucho menos para comprender la pobreza del Iquique de finales de los 50, porque después de la escuela, ir a jugar a la playa era el panorama fijo de todos los días y entre chapuzón y pichangas, todo eso pasa a segundo plano cuando se estaba con los cabros del barrio.
Juana Gutiérrez es la menor de X hermanos de una conocida familia de El Morro. A diferencia del resto de los niños del sector, ella iba en la Escuela N°7, por lo que después de su jornada, era sagrado pasar a buscar a sus amigos de la Escuela N°3, la universidad de los morrinos, para jugar al mate con las piedras. “Siempre teníamos algo que hacer”, dice.
“Nos íbamos jugando al mate con las piedras y el que perdía, tenía que llevar a tota al ganador y yo me acuerdo de que era chica y flaca, pero igual me echaba al hombro al guatón Valenzuela, después nos íbamos a la playa. En mi generación no había mujeres, entonces yo me tenía que juntar con todos los cabros”, comenta Juana riéndo.
“Yo no tenía tiempo para aburrirme acá”, agrega. Cómo no, si cuenta que después de jugar a la tota, bañarse en la playa, pelotear y de tomar el tecito de las cinco de la tarde, salían todas las familias a jugar a la calle “Más tarde salían las mamás, se sentaban en la puerta y después, al último juego, jugábamos todos juntos”.
Entre juego y juego pasó el tiempo y entrando a la adolescencia, tanto Juana como su hermano Mario, se dieron cuenta que vivir en El Morro por esos años, no era realmente un “Mundo de Bilz y Pap”, como les gusta referirse a lo bien que se pasaba en el barrio, cuando aun tenía calles de tierra y veredas de madera en casi toda su extensión.
Por eso, Mario Gutiérrez, un morrino neto, bueno para la pelota y para mariscar, cree que toda la diversión de los niños era también una buena forma de hacer frente la pobreza de muchas familia. “En el barrio fuera de jugar a la pelota, como llegaba al gasómetro uno se metía por debajo a robar carbón para después ir a cambiarlo por mermelada”, relata con picardía.
“Teníamos un tío que trabajaba en la compañía de alumbrados, entonces nos dejaba pasar a pescar o a sacar camarones y en eso nos entreteníamos también, en el pesca y el marisqueo”, recuerda.
Además, se remonta a cuando el regimiento del Ejército que estaba en centro del barrio , el que en tiempos de necesidad, era para los vecinos un lugar donde abastecerse con fideos, papas, azúcar y arroz, también con chicharrones para llevar a la casa. “En el medio del corral ponían un tiesto grande para hacer chicharrones así que uno llevaba su olla y recibía su parte, ahí estaba todo el barrio, porque las unidades militares eran como el economato y el hospital que uno tenía, porque en esos tiempos las falencias eran mas o menos importante”.
Cuando se fueron los amigos
Pero uno de los episodios que comenzó a derrumbar el “Mundo de Bilz y Pap” en el que vivían las niñas y niños del El Morro, fue la primera expropiación de casas. Un momento en el que muchas generaciones y familias completas del barrio tuvieron que dejar sus hogares, para darle paso a los actuales departamentos que están levantados en la ex calle Souper con Isaza.
“Se fueron la familia Pacheco, los Carecuchillo, los Ceballos, los Miranda, los Taberna también tuvieron que salir, los Indio Güiro, los del otro lado, los que vivían por Izasa, los Checura, incluso los familiares de Soria, los Bastías, ellos también tuvieron que salir”, recuerdan los hermanos Gutiérrez.
“Estamos hablando del sector donde están los edificios de la marina mercante, después comienzan con la otra expropiación que es desde Grumete Bolados hasta Wilson, de ahí salieron los Kosanovic, la familia Campos, la familia Saavedra, fue un momento triste porque se iban los amigos del barrio, con los que compartimos toda una vida”, afirman con una mezcla de nostalgia e impotencia.
A pesar del panorama desolador que significaron las expropiaciones, ambos coinciden en que fue el club deportivo Unión Morro, lo que hizo que muchos vecinos y familias siguieran ligados al barrio. Y es que los amigos que se tuvieron que ir obligados, producto de los nuevos planes habitacionales para el barrio, eran también deportistas y socios de la institución, por lo que en verano o en competencias, volvían a aparecer y era como si nunca se hubieran ido. De esa forma, momentáneamente, todo seguía igual que antes, cuando el mundo de los morrinos más jóvenes no era más que risas, travesuras, el deporte y la playa con sus olas.
“MEMORIAS MORRINAS ES UN PROYECTO FINANCIADO POR EL MINISTERIO DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y EL PATRIMONIO”