“El Baile es del Morro”: Sociedad Católica Pieles Rojas del Morro e identidad barrial.
En el Norte Grande y específicamente en la ciudad de Iquique, la religiosidad popular es uno de los fenómenos sociales más arraigados y característicos. En la región de Tarapacá, se celebran diversas fiestas religiosas durante el año, siendo las principales la de San Lorenzo de Tarapacá y la fiesta de la Virgen del Carmen de la Tirana, esta última es la fiesta religiosa más grande del país, la cual moviliza a miles de personas que peregrinan hasta el santuario ubicado en el pueblo de La Tirana, comuna de Pozo Almonte. A esta tradicional festividad desarrollada en el mes de julio “asisten diversos bailes religiosos que se preparan durante todo el año para asistir a este gran evento religioso nortino. Ellos, se organizan por medio de la Federación de Bailes Religiosos de La Tirana que agrupan a 11 asociaciones de diferentes ciudades del norte de Chile, y a su vez, dichas asociaciones agrupan a las diferentes cofradías quienes son acompañados por grupos musicales que ejecutan diferentes ritmos, cantos y diversos géneros musicales que utilizan para acompañar mudanzas y pasacalles a los bailes religiosos”. Los bailes religiosos de Iquique, especialmente los más antiguos, están vinculados a los barrios populares de la ciudad y son un elemento que, al igual que los clubes deportivos, han marcado la vida tradicional y la configuración identitaria de los territorios a lo largo del siglo XX.
En el Barrio El Morro, confluyen distintas prácticas socioculturales que otorgan sentido de pertenencia e identidad a quienes habitan este histórico sector de Iquique. Una de las expresiones de su patrimonio intangible es la Sociedad Católica Pieles Rojas del Morro. En este apartado, abordaremos el vínculo que existe entre este baile y el barrio mediante las experiencias de algunos de sus integrantes.
La Sociedad Católica Pieles Rojas del Morro se fundó hacia mediados del siglo XX, como resultado de todo un proceso formativo y de transformación de los bailes del santuario de La Tirana. En las primeras décadas del siglo XX, participaban de la festividad de la Virgen del Carmen bailes chunchos, morenos, cuyacas, además del baile chino, según Cristian Ahumada –Caporal del baile- estas cofradías no lograban abarcar a la gran cantidad de devotos que tenían interés por pertenecer a alguno de ellos, por ende se diversificaron las prácticas devocionales de pago de mandas y también se diversificaron los bailes, es así como en 1937 don Aniceto Palza fundó el primer baile Pieles Rojas, inspirado en las películas del género Western que circulaban por la pampa y que empaparon un imaginario que se plasmó en los bailes pieles rojas, reinterpretando performativamente sus vestimentas. A este respecto, señala Guerrero fijar con precisión fundación de los Pieles Rojas resulta complejo, pues existe el antecedente de un baile formado por Damian Mercado en 1931. Continuando con el relato de Cristian Ahumada, hacia el año 1946 se formó el baile Pieles Rojas Azules, a cargo de un boliviano –según Guerrero, de nombre Pedro Castillo– quien se marchó a Bolivia desatendiendo el baile, por lo cual las familias que lo componían ante la necesidad de pagar sus mandas y participar de la festividad, decidieron formar la Sociedad Católica de Pieles Rojas, el 5 de junio de 1947 bajo el liderazgo la señora Fidelia González y su hijo Lino Barahona. Originalmente, el baile Pieles Rojas del Morro no se formó en el barrio que le da su nombre, sino que es resultante del traslado al barrio de la familia Barahona –fundadora del baile y cuya casa era la sede-, señala Ahumada que “desde ahí en adelante, nosotros nunca más nos movimos del Morro, a pesar de que hubo una división del baile por el hecho de que se quería trasladar el baile a otro sector, pero algunas personas estaban tan arraigadas en el sector del Morro que decidieron quedarse (…) Nosotros nos identificábamos con el barrio El Morro y somos conocidos como el baile del Morro o los Pieles Rojas del Morro”.
La posibilidad de trasladar el baile a otro sector, mencionada por Cristian Ahumada, se produjo en 1987. A este respecto la señora Elba Varas, presidenta de la Sociedad, señala que la mayoría de los socios y bailarines son o han sido del mismo barrio y que en ese contexto fueron los propios vecinos quienes no quisieron que el baile fuera trasladado: “Y cuando mi Sociedad tuvo ese quiebre, fue la gente, la misma gente de aquí de nuestro barrio que nos apoyó para que el baile no se fuera de aquí del barrio, siguiera perteneciendo aquí donde quedamos y queremos seguir”. El sentido de pertenencia de este baile al barrio El Morro no sólo se produce en relación al arraigo de sus integrantes al sector, sino que también es reproducido por la comunidad –tanto del mismo barrio como otros grupos sociales externos a éste- que los considera como parte constitutiva del Morro. Otro aspecto relevante al respecto, es que actualmente no todos los socios y socias viven en el sector, puesto que muchas familias extendidas han migrado hacia otros puntos de la ciudad pero siguen identificándose a sí mismos y al baile con el barrio, tal como lo destaca Cristian: “eso nos genera identidad”. En ese sentido, los vínculos familiares juegan un importante rol en la mantención de la identidad morrina, como plantea Angélica Latorre –vicepresidenta de la Sociedad-“La familia morrina también está situada en lo que es el baile religioso, porque el otro baile que hay acá en el Morro es una o dos familias que pertenecen a ese baile. El baile de acá, la mayoría son generaciones de morrinos”. A lo anterior, se suma la experiencia de Sandra Sánchez –secretaria y ex bailarina- quien no perteneciendo directamente al barrio se incorporó al baile por su marido y, junto a su hija Lily Galleguillos –actual bailarina- comparten el sentido de pertenencia a esta Sociedad, ella menciona que “yo bailaba desde los tres años y fue por familia. Yo no pude elegir si me meto o no, ya cuando fui creciendo me enamoré del baile”.
En términos de la actividad del baile en el barrio, señalan sus integrantes que ensayan en las calles y en la cancha del Club Unión Morro, destacando la colaboración que existe tanto por parte del Club, la junta vecinal, la Iglesia y por parte de los vecinos en general. Así también, en fechas claves las y los vecinos cuentan con la participación de la Sociedad, como fue el caso de la expectación y apoyo que recibieron en el contexto de la festividad de la Virgen del Carmen del presente año, fecha que celebraron con una procesión por las calles del barrio acompañada por la comunidad, señala Angélica Latorre que “la gente sabe que existe eso y que el baile es parte de nuestro barrio”, mencionan que recibieron apoyo en la decoración de las calles y en el resguardo de las medidas sanitarias. Es importante destacar que esta Sociedad cumple una función en torno a la devoción hacia la Chinita, que es poder acercar o “traer parte de La Tirana hacia el barrio, porque mucha gente no puede asistir a la fiesta, menos ahora que estamos en pandemia. Entonces hacer algo pequeño para que ellos también pudiesen vivir la fe, a su modo, desde El Morro”. Así mismo, comentan que esta identificación con el baile también se ha expresado fuera del barrio, específicamente en el santuario de La Tirana en el contexto de la fiesta, en donde los vecinos les han acompañado en sus entradas y despedidas del pueblo.
Actualmente, existen conflictos en algunos barrios tradicionales que albergan bailes producto del ruido o la interrupción del tráfico vehicular que se genera en torno a los ensayos y procesiones, como en Plaza Arica o Cavancha, sin embargo destaca Sandra Sánchez que como Sociedad no tienen ese problema sino que “siempre está la disponibilidad de la gente del Morro por lo mismo, porque el baile es de ahí”. El tipo de vínculos que se establecen entre la Sociedad y el entorno, por tanto, forman parte del entramado de relaciones que distinguen la sociabilidad del barrio, basados en la solidaridad, la colaboración, la reciprocidad y la sana convivencia, en ese sentido el baile no se encuentra aislado ni funciona centrado en sí mismo, sino que forma parte del conjunto de organizaciones existentes con las cuales dialoga y comparte espacios, fiestas, actividades, etc., indica la señora Elba que “Somos como una familia grande, enorme. Eso es lo que pasa. Somos una familia y hemos aprendido a respetarnos, a querernos y eso yo creo que es lo más importante”.
Por otra parte, desde la Sociedad Pieles Rojas también se comprenden a sí mismos como parte de los elementos patrimoniales del Morro, pues su historia los vincula hace ya aproximadamente 70 años. Desde ahí, la memoria colectiva en torno al barrio contempla su existencia y trayectoria como baile, generándose la noción de una historia compartida y, por tanto, de aportar al valor cultural que tiene el Morro. Angélica destaca que “nos sentimos parte de la historia y del patrimonio del barrio”, por ello concuerdan en la importancia de conservar el baile dentro del Morro. También, consideran que el resguardo patrimonial de sus prácticas requiere de la transmisión generacional, pero no sólo en relación al baile sino que también al barrio: “a mi hija siempre le he enseñado a amar al baile y a amar al Morro. Y sé que ella se lo va a enseñar a mi nieta”; de una forma similar, siendo Lily Galleguillos una integrante más joven, comenta que la forma de que este patrimonio perviva es “seguir en el baile. Pase lo que pase, sé que tengo que seguir en el baile. Y si yo llego a tener hijos, yo se los voy a transmitir, es un legado”.
La Sociedad Católica Pieles Rojas del Morro es un elemento integrante de los patrimonios de este emblemático barrio, aportando a su identidad y la de sus vecinas y vecinos, pues conviven y se vinculan en múltiples sentidos, siendo la base de las relaciones y dinámicas sociales que se generan en la vida en comunidad, característica que se da especialmente en los barrios tradicionales. La sociabilidad en torno al baile –tanto de sus miembros como de la comunidad barrial- excede el fenómeno de la devoción, instalándose en el plano de la vida cotidiana del Morro en donde coexisten otras instituciones y actores sociales que otorgan sentidos de pertenencia e identidad al barrio, conformando así una gran familia morrina.
Karelia Cerda Castro
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